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‘Pobres asintomáticos’

POR: JULIO FAILOC RIVAS Y RAFAEL ESCOBEDO

Las crisis del coronavirus han creado nuevos pobres. No son los que pueden ser medidos de acuerdo a sus necesidades básicas insatisfechas ni por el umbral de sus ingresos monetarios, sino son aquellos, que estando pasándola mal, no han sido visibilizados por las medidas del gobierno, porque no reclaman los bonos, ni la canasta alimentaria. Se trata de los “pobres asintomáticos”.

Los “pobres asintomáticos” son los nuevos pobres del Perú. Es decir, los que, aun cuando no tienen los síntomas de pobreza, son pobres. Me refiero a los profesionales, que emiten sus recibos de honorarios cada vez que prestan un servicio, y que viven exclusivamente de estos ingresos, a quien Sunat los denomina ingresos de cuarta categoría. Este segmento de la población depende en gran medida de la eficiencia del gasto del sector público y de las inversiones del sector privado, y como es lógico la cuarentena amenaza con quebrarlos, si aún todavía no los ha quebrado.

Entendemos por “pobres asintomáticos” a ese segmento de la población, profesional, que están insertadas precariamente en posiciones que son aparentemente sólidas, pero que, en la práctica son endebles, ya sea porque la oferta de los servicios de consultoría es temporal, o por la condición evasiva del Estado. La apariencia de solidez de la posición jerárquica o funcional se la auto-confieren ellos mismos, la misma que es potenciada por las características del trabajo que realizan, que exige cierta capacidad de análisis, conocimiento, experiencia y toma de decisiones, debido a su formación intelectual y profesional.

Asintomáticos, pero con capacidad de endeudamiento que no alcanza para adquisición de modestos medios de subsistencia (no ‘medios de producción’) pero sí para el Smart TV o el Samsung Galaxy XX. Asintomáticos, también, porque forman parte de redes sociales (los materiales) que los soportan y los conectan de manera que se amortigua el descenso hasta la siguiente oportunidad de ‘subida’. Asintomáticos como equilibristas en una cuerda, ‘no estamos abajo pero fácilmente podemos llegar’ y, con algo de suerte y esfuerzo, volver a subir.

Para los programas de vivienda promovidos desde el Estado no pueden ser candidatos porque su ingreso familiar es superior a 3000 Soles y tampoco pueden acceder a créditos de vivienda de la banca privada, porque no tienen ingresos fijos, o porque las cuotas mensuales podrían reducirlos a la privación. Sus hijas e hijos (1 o 2, máximo) están en alguna institución educativa estatal ‘de prestigio’ o en alguna institución privada… con el riesgo de retraso en los pagos o endeudamiento de supervivencia.

En resumen, son los profesionales que decidieron ser independientes, los que prefirieron no tener jefes, ni depender de un salario fijo cada fin de mes.  Ellos no tienen vacaciones, no tienen seguro médico, ni gratificaciones, pero aportan el 8% del total de sus ingresos cada vez que emiten un recibo de honorarios profesionales. Este porcentaje, que le es retenido, que puede ser mucho o poco – lo cual no está en discusión- no tiene ninguna contraprestación directa que los beneficie. Su único beneficio es la satisfacción de aportar al estado para favorecer a todos los peruanos que reciben algún servicio del sector público.

En esta crisis del COVID-19, algo debe haber para ellos, presidente. Ellos no califican para los 2,000 soles, ni para la devolución del 25% de sus fondos de la AFP, aprobada por el Congreso, porque no la tienen.

Le tengo una propuesta señor presidente: ¿Qué le parece la devolución de las retenciones del 8% que les hizo SUNAT durante el año 2019? ¡No es mala idea, piénselo!

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