- Clasificados -

La política es vivir entre la náusea y la angustia

¿Qué hacer frente al enorme descrédito de los partidos políticos y los actores políticos? ¿Qué hacemos ante la desconfianza colosal de la población?...

POR: GERMAN ARIAS HERRERA

Durante varios días, junto a cuatro compañeros, salimos a las calles a encuestar a varios pobladores de diversos sectores de la ciudad de Tacna. Grande fue nuestra sorpresa, al ver que más del 70 por ciento de las personas no sabían cómo ni por quién votar y a otros sencillamente ni les interesaba acudir a las urnas este 26 de enero, una situación que es similar en Moquegua y otras regiones del país.

Esto me lleva a pensar que los candidatos que logren mayoría de votos, no será justamente por sus brillantes cualidades, originales propuestas y por su entereza moral. Que, dicho sea de paso, es demasiado lejano de advertir en el conjunto de los candidatos que se presentan, salvo honrosas excepciones. Sino que, la victoria estará determinada por el «amiguismo».

Es decir, triunfará quien más “chocheras” tenga y consiga en este proceso electoral. Sin duda, esta es la herencia más nítida del fujimorismo, que vulgarizó la política peruana desde la década de los noventa. A tal punto que la política se ha convertido en una burda caricatura o un meme.

Si alguien me preguntara qué es la política en estos momentos en el Perú, pues recogería la expresión del filósofo francés Jean Paul Sartre, que consideraba que la política era vivir entre la náusea y la angustia.

Estamos ante un sistema corrupto y corrompido. Asco y náusea es lo que se siente, por toda la podredumbre moral de la clase política y empresarial que nos ha venido gobernando bajo el modelo neoliberal desde hace tres décadas; y angustia, porque no se levante la voz ante tantas injusticias y que aún no seamos capaces de poder construir un frente político de izquierda o patriótico o si se quiere alternativo, en donde estén conglomeradas diversas banderas que dispute seriamente el poder a la derecha.

En ese sentido, tener que preguntar: ¿Dónde están los sindicatos? ¿Dónde están los dirigentes? ¿Dónde están las voces de los intelectuales? Se hace más necesario que nunca. Porque este país urge de cambios de fondo.

Pero todo intento de cambio, tiene que apoyarse en el pueblo organizado, sino está condenado al más estrepitoso fracaso. Si es que acaso queremos llevar a cabo una Asamblea Constituyente que, en principio, es un trabajo de base donde la población empiece a entender que es de absoluta obligación el derecho a la educación, la salud, la vivienda, al trabajo. Tenemos que cambiar la Constitución, pero ¿Quién lo cambia? ¿Con qué fuerzas? Se necesita de un vigoroso proceso, y éste es más importante que la misma Constitución.

¿Qué hacer frente al enorme descrédito de los partidos políticos y los actores políticos? ¿Qué hacemos ante la desconfianza colosal de la población? Existen sentidos comunes bien arraigados en la gente. Incluso da la impresión, parafraseando nuevamente a Sartre, que fuera un horizonte insuperable de nuestra época.

Pero, ¿Por qué debemos renunciar a nuestros sueños de querer un país más justo? ¿Quién dijo que los sinvergüenzas deben estar siempre en el poder? ¿Por qué no imaginar que puede ser distinto? Habría que recordar las palabras de hace dos siglos de Simón Bolívar en respuesta al general Páez a quien le dijo: “¡Lo imposible es lo que nosotros tenemos que hacer, porque de lo posible se encargan los demás todos días!”.

Análisis & Opinión

ANÁLISIS Y OPINIÓN