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La dogmática sufre de amnesia anterógrada

POR: HOOVER WADITH RUIZ RENGIFO    

Un maestro de la sabiduría paseaba con su discípulo al campo.  Un buen día se encontraron con una humilde casa de madera, habitada por una pareja y sus tres hijos.  Todos mal vestidos, con ropa sucia y rota. Sus pies descalzos. Mejor dicho, un ambiente de pobreza extrema. El maestro le preguntó al padre de familia cómo hacían para sobrevivir, ya que en aquel paraje no existían industrias ni comercio, ni se veía riqueza por ninguna parte. El padre tranquilo le responde al maestro: «mire Usted, nosotros tenemos una vaquita que nos proporciona varios litros de leche cada día. Una parte la vendemos y con el dinero compramos otras cosas, y la otra parte que nos sobra para consumo propio. Así sobrevivimos».

El maestro agradeció la información, se despidió de aquel hombre y se fue con su discípulo. Y al alejarse le dijo a su discípulo que cogiera la vaquita y la tirara por el abismo.  Eso hizo el discípulo. Pasaron varios años y sintiéndose culpable el discípulo decide dejar al maestro e ir a disculparse con esa humilde familia a la que había dañado tanto tirando la vaquita al barranco. Al acercarse observa que todo había cambiado. Había ya una casa preciosa, rodeada de árboles donde muchos niños jugaban tarde y al lado un coche de lujo. El joven discípulo quedó más angustiado porque pensó que la pobre familia a la que le tiró la vaquita por el barranco, haya tenido que vender todo para sobrevivir. Cuando preguntó por ellos, le contestaron que seguían allí, que no se habían marchado. Y verificó que si era la misma familia. Le pregunta al padre de familia ¿qué había pasado?

El padre de familia le responde con una sonrisa de oreja a oreja: «Teníamos una vaquita que nos proporcionaba leche y con la que sobrevivíamos. Pero un afortunado día la vaquita se cayó por el precipicio y murió. En ese momento nos vimos obligados a hacer otras cosas, a desarrollar otras habilidades que nunca habíamos imaginado poseer. De esta manera comenzamos a prosperar y nuestra vida cambió».

Así mismo, pasa con el llamado Derecho penal (término por sí obsoleto ya) secuestrado por la dogmática. Es como los peces de un acuario que creen que la realidad está en la pecera, sumado a la llamada “memoria de pez”, esto es, la mala memoria de los peces. En la película Buscando a Nemo, Dory sufre el trastorno de perdida de la memoria a corto plazo, «amnesia anterógrada», que es la incapacidad de recordar información reciente o formar nuevos recuerdos. Esta metáfora, se repite en el ser humano porque creemos saber la verdad en cada momento, hasta que conocemos una nueva. Pareciera que cada 100 años surge una nueva verdad. Pero cambia. De 180 grados. Recordemos que hasta el siglo XVI nadie discutía que la tierra era el centro del universo. Así estuvimos aproximadamente 100 años y luego aparece Copérnico para enterarnos que la tierra gira al rededor del Sol. La dogmática se basa en dogmas, y éstos son verdades absolutas. El dogmático cree tener la verdad.  Para los griegos la verdad era la aletheia (des-ocultamiento), esto es, la sinceridad de los hechos y la realidad. Aquello que es evidente, que no está oculto.

Para Montaigne la verdad es lo deseable, pero no está al alcance de los hombres, trasciende la capacidad humana. Diríamos mejor nosotros que la verdad es bíblica. La verdad es sólo la verdad. Es todo aquello que no tiene contradicción. Es lo irrefutable.  No depende del punto de vista de nadie. En este caso, podemos afirmar con causticidad que nadie tiene la verdad. Si alguien dice que la tiene, la niega. De tal suerte, que si lo que se diga como verdad no es evidente para todos, entonces no es verdad. Luego entonces, será una opinión.  Por eso, ya no hay grandes escuelas de derecho penal. Sólo opiniones. Ni la filosofía, ni la dogmática nos dirán la verdad de nada. Los tiempos actuales, la realidad nos conduce a repensar las opiniones. Con razón anota MINOR E. SALAS: «Mi único enemigo permanente es el pensamiento dogmático…. Pero también, el término <dogmático> hace referencia a la labor estrictamente cerrada, ortodoxa, canónica de la disciplina jurídica.

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