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La diferencia entre la vida y la muerte

¿Qué nos toca hacer? Aprender a decir NO, sin titubeos, sin miedo y sin culpa. Decirlo con firmeza y de modo directo y claro. Sin temer el enojo o “resentimiento” del familiar o del amigo. Y si ellos no aceptan esta negativa, estarían demostrando la poca estima que no tienen.

POR: ENRIQUE AZOCAR PRADO         

Ahora más que nunca se destaca la importancia de la comunicación asertiva. En efecto, decir NO a la visita inopinada de un amigo o familiar puede ser la diferencia entre la vida y la muerte.

Veamos el siguiente caso, una joven profesional limeña visitó a sus padres el 3° domingo de junio para celebrar junto a ellos el “Día del padre”. Hoy la joven limeña es una huérfana más (la mamá y el papá fallecieron por COVID-19).

Seguramente, los ahora difuntos hubieron pensado decirle a su amada hija que se ahorre esta visita presencial y que solo haga una video llamada, pero… quizás temieron que esta hija se enojara o se “resintiera”. Esta falta clamorosa de asertividad sería la razón para esta terrible tragedia. Ahora, esta joven limeña tiene el mayor sentimiento de culpabilidad que se pueda imaginar. Y como ella, son miles y miles de hijos, nietos y amistades que han llevado la enfermedad (y la muerte) con sus visitas.

¿Qué nos toca hacer? Aprender a decir NO, sin titubeos, sin miedo y sin culpa. Decirlo con firmeza y de modo directo y claro. Sin temer el enojo o “resentimiento” del familiar o del amigo. Y si ellos no aceptan esta negativa, estarían demostrando la poca estima que no tienen.

FALTA DE COMUNICACIÓN

Un factor que podría haber influido directamente en el crecimiento incontrolado de la pandemia en nuestro país, así como en la mayoría de países latinoamericanos, es la gestión de la información.

Mejor dicho, la inadecuada gestión de la información. Y en esto, somos responsables «tirios y troyanos» pues la gestión de la información ha estado (y está) en manos de tuiteros, antivacunas, gobierno central, medios de comunicación, influencer, artistas, empresarios, alcaldes, gobernadores regionales, políticos, entre otros.

Todos aportamos en este «maremágnum» de información, en este caos de información, en esta superabundancia de información. Se ha dicho de todo en estos 4 meses, tanto para la prevención como para el tratamiento del covid. Pero de lo que ha dicho, el 90% fue información falsa o incompleta o tendenciosa. Hasta la propia OMS se desdijo muchas veces. Añádase a este escenario informativo caótico y contradictorio, las mentiras, los prejuicios, los intereses económicos, los rumores, los fanatismos, etc. La suma de todo esto es lo que Arequipa, Lima, Tacna, etc. estamos viviendo respecto a la pandemia.

Este contexto de (des) información es propio de democracias como la peruana, donde cualquier pseudo periodista puede afirmar lo que le da la gana y escudarse en su libertad de pensamiento y expresión. Puede decir, por ejemplo, «el virus no existe y es una invención de seres reptilianos que quieren gobernarnos» o cualquier chapuza peor que esa.

Este es el «beneficio» de vivir en democracia, pues cualquier estafador, mentiroso patológico, fanático religioso, anti vacunas, terraplanista, dueño de radioemisora extorsionadora, etc., puede irrogarse la gran responsabilidad de informar en un contexto de gravedad como esta.

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