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La banca vampira

Inmoral, además, porque los bancos cobran intereses leoninos por sus préstamos y pagan intereses ridículos por los ahorros.

POR: CELSO VERA SUÁREZ    

Todos nos hacemos la idea de a qué nos estamos refiriendo. Sí, a la banca que cobra altos intereses por los préstamos. Esa banca usurera, banca vampira que succiona el sudor, el trabajo y el esfuerzo de los prestatarios.

Pero, ¿qué es la usura? El código penal nos dice que la usura es prestar dinero por encima de los intereses establecidos por el Banco Central de reserva del Perú. Desde el Fujimorato (1991), se permite a las empresas financieras cobrar las tasas de interés exentas del delito de usura, en donde esta banca puede señalar libremente las tasas de interés, comisiones y gastos para sus operaciones activas, pasivas y servicios.

Este abuso se ha puesto en evidencia, con toda su crueldad, en esta época de pandemia, en donde miles de medianos, pequeños y micro empresarios y personas naturales, tuvieron que dejar de operar y laborar por efecto de la cuarentena decretada por el gobierno; y que, por extensión, las grandes empresas se aprovecharon para echar a la calle a miles y miles de trabajadores amparados en la bendita ley de “suspensión perfecta”. Es decir, sobre piedras, palos.

Un Estado que ha dejado mano libre a la banca de consumo para que ponga la tasa de interés y condiciones crediticias que le venga en gana, y que, encima, le proporciona cuantiosos fondos, de todos los peruanos, mediante el programa Reactiva Perú a tasas bajísimas, es el escenario de fondo de la tragedia que viven los prestatarios hoy en día: pandemia + embargos. Las astronómicas tasas de interés, que van desde el 100% hasta el 130 % al año, es un abuso que no se da en ningún país del mundo, incluidos los países capitalistas por antonomasia, como EE.UU. e Inglaterra.

Los dueños de los bancos arguyen que esa práctica maléfica usurera, no constituye delito (¡?), por cuanto lo permiten las leyes dadas durante el Fujimorato y están respaldadas por la Constitución Política mafiosa de 1993; pero que, a todas luces y, en definitiva, es inmoral, y la inmoralidad de la usura la encontramos hasta en la biblia: “Si prestas dinero a mi pueblo, a los pobres entre nosotros, no serás usurero con él; no le cobrarás interés”: Éxodo 22:25.

La usura, además, es una práctica inmoral porque constituye el aprovechamiento de una situación por quienes, al poseer el capital, están en una situación de poder, en perjuicio de los prestatarios que se vieron obligados a recluirse en sus casas y dejar de laborar por espacio de 3, 4 meses por efecto de la cuarentena. Inmoral, además, porque los bancos cobran intereses leoninos por sus préstamos y pagan intereses ridículos por los ahorros. Ej. Si Ud. tiene un ahorro de S/. 5,000, el banco le pagará un interés de 3 % al año, es decir, S/. 150.=, que por mes serían S/. 12.50; pero si el banco le presta S/. 5,000, le cobrará el 100 %, al año y Ud. tendrá que pagar S/. 10,000 (¡¡), ¿qué le parece?

Frente a tamaña desproporción, ¿qué se podría hacer?, desde luego, reclamar, como lo han hecho los prestatarios días atrás en diversas partes del país. Pero no deberíamos quedarnos allí, y ante tal situación deberían tomarse urgentes iniciativas para reducir las tasas de interés:

1) Si el gobierno ha prestado dinero a los bancos con Reactiva Perú (dinero de los prestatarios, de todos los peruanos, porque todos vamos a pagar la deuda que se ha hecho el gobierno al FMI), bien puede sentarlos en una mesa de negociaciones, junto a la organización de los deudores, para fijar tasas de interés moderadas, más humanas y acorde a la capacidad de pago de los prestatarios. 2) Otra, sería que el Estado establezca una línea de créditos con tasas de interés adecuadas, dirigidas, no a los bancos, sino a los prestatarios, cuyo fin sea financiar los atrasos y el prepago de los créditos cuyo monto sea el resultado de un recalculo con intereses bajos.

Esto implica que, previamente, se analice la capacidad de pago de cada deudor y que se declaren como irrecuperables aquellos préstamos -la totalidad o una parte- en que los deudores no tengan la capacidad de cancelar lo adeudado. Dicho costo debe ser asumido por el banco que no supo evaluar la capacidad de pago de los clientes, o bien, no ha tomado en cuenta los efectos de la cuarentena.

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