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Tahuantinsuyu: Utopía y Pandemia

Por: Edgard Norberto “Beto” Lajo Paredes

El libro “Historia del Tahuantinsuyu” de María Rostworowski (Segunda reimpresión, marzo 2016 del Instituto de Estudios Peruanos IEP), nos expone la verdad del Estado Inca.

Enfáticamente, afirma: “La originalidad inca se debió,…, a su aislamiento de otros continentes”, “El mundo andino prehispánico se vio obligado a buscar su propio desenvolvimiento, a encontrar la solución a sus problemas y a sus necesidades…”, “logró dominar la áspera naturaleza uniendo esfuerzos y concibiendo métodos para superar la inclemencia del suelo. Su espíritu comunitario y organizativo le permitió vencer las desventajas y las circunstancias adversas” (pág. 15).

Con pesar nos dice: “El deseo indígena hacia la unidad se expresa a través de la voz Tahuantinsuyu, que significa las ‘cuatro regiones unidas entre sí’, y que manifiesta un intento o un impulso hacia la integración, posiblemente inconsciente, que desgraciadamente nunca se logró y que se vio truncada por la aparición de las huestes de Pizarro” (15 – 16).

La autora, escribe: “al no existir dinero en el Estado inca la riqueza debía apoyarse en la posesión de ciertos recursos que podían ser medidos y contabilizados”. “A nuestro modo de ver se fundaba en el acceso a tres fuentes de ingreso: la fuerza de trabajo, la posesión de las tierras y la ganadería estatal. El resultado de estas tres tenencias se manifestaba en bienes acumulados en depósitos” (251).

Luego, leemos: “En las crónicas consta el asombro de los españoles al ver los depósitos atestados de los más variados objetos manufacturados, sin contar con las subsistencias adecuadamente preservadas y numeradas en las cuerdas de los quipu. Los hispanos, con una increíble inconciencia, malgastaron lo que los naturales habían reunido y conservado con tanto esfuerzo” (251 – 252).

Pone de relieve el grandioso desarrollo agrícola del mundo andino: “En las fragosas quebradas se construyeron andenes irrigados por todo un sistema de canales, que no solo impedían la erosión de los suelos sino que aumentaban y mejoraban las áreas cultivables”. “En las elevadas tierras, alrededor del lago Titicaca (3803 msnm), los indígenas idearon la creación de camellones llamados waru-waru, que cubren un total de 82.056 hectáreas (Erickson 1986)”. “Otro sistema igualmente impresionante son las qocha (Flores Ochoa y Paz Flores 1983, Rozas 1986) usadas también en la puna a 3883 msnm y que se hallan en una planicie de unos 256 Km2. Son depresiones o lagunillas de forma regular que almacenan el agua de las lluvias” (267). De la parte baja, indica: “En la costa diversos sistemas hidráulicos permitían cultivar los deltas de los valles y parte de los desiertos adyacentes” (267), como el “régimen de ‘hoyas’…, empleando el agua que afloraba de la capa del subsuelo (Soldi 1982)” (268).

Algo importante, señala: “Con todos estos conocimientos lograron, a pesar de la carencia de herramientas sofisticadas, mayor producción alimenticia de la que se obtiene en la actualidad” (268). Y nos hace esta revelación: “Los cronistas no hallaron poblaciones hambrientas o mal nutridas” (268). Continúa “una de las metas de la administración inca fue poseer depósitos repletos de bienes y de subsistencias”. “Las evidencias del gran número de depósitos gubernamentales son confirmadas por las crónicas” (274). “En las colcas se conservaban toda clase de productos manufacturados como armas, ropa rústica y fina, alimentos de los más variados”, “se edificaban por lo general fuera de los poblados, en las laderas de los cerros, en lugares altos, frescos y ventilados” (274). “Los incas emplearon diversas técnicas de conservación de los productos alimenticios” (276).

Paradójicamente desliza la idea de la utopía hecha realidad: “Los naturales estructuraron modelos organizativos que asombraron al mundo europeo y sirvieron para que se creara la utopía de un Estado donde el hambre, la necesidad y la miseria estaban proscritos” (303).

Es decir, no existían tales desgracias, como a diario vemos –por los medios de comunicación- en esta pandemia del Covid-19, en la que hay gente que no tiene qué comer. ¿Acaso no es posible adoptar y construir una organización económica que asegure -a la totalidad de peruanos y peruanas-, la alimentación, en todo momento, incluso, en épocas de pandemias? El Tahuantinsuyu, fue una realidad. Entonces, sí es posible.

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