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¡Perdóname, pero no te quiero!

Por: Jack Chirinos Sarmiento

Hace mucho tiempo rondó por mi cabeza esta historia, pero por diversos motivos no la escribí, ahora lo hago para liberarme de muchos recuerdos, ya que muchas veces en alguna etapa de nuestras vidas, nos pasa situaciones anecdóticas, espero les agrade.

Empezaré escribiendo, que cuando culminé mis estudios escolares, como muchos jóvenes no tenía muy claro que quería estudiar o a que me quería dedicar, tuvieron que pasar muchas cosas a mi alrededor para saber realmente cuál era mi vocación y poder así escoger realmente la carrera que debía seguir.

En ese trajín, conocí a una bella persona, con quien solía contarle algunas dudas que aún tenía y ella hacia lo mismo, me contaban ciertas cosas de su vida, que yo supe guardar hasta ahora, además charlábamos de nuestras aspiraciones y anhelos que tenía.

Nuestro centro de reuniones era la academia pre universitaria a la que asistíamos. Apenas ingresaba al salón de clases la buscaba con la mirada y siempre trataba de sentarme a su lado, porque realmente la pasaba bien. A la salida casi siempre nos íbamos caminando por la ciudad, siempre riéndonos de la vida y como una terapia anti estrés para olvidarnos de nuestras cosas.

Ambos postulamos a la misma carrera y ¡Oh, sorpresa! ambos ingresamos a la universidad. Nos sentíamos muy pero muy felices, el destino nuevamente nos había juntado; aunque no estábamos en el mismo salón, igual nos frecuentamos muchas veces en la cafetería, en el parque o en cualquier lugar para hacer lo mismo de siempre, reírnos de la vida. Pero hasta esa fecha nunca me había percatado de un detalle, que marcaría nuestra amistad y la quebraría para siempre.

Resulta que una mañana me llamó al celular, pidiéndome que ese día nos teníamos que encontrar porque quería conversar conmigo. De verdad, nunca me habló con ese tono de voz ni mucho menos me pedía un encuentro sí o sí, sentía que era algo de vida o muerte.

Todo fue distinto al momento de vernos, apenas me acerqué me abrazó fuertemente, que me hizo preocupar y me puse nervioso. Después me miró fijamente a los ojos y me dijo que “estaba muy enamorada de mí, que quería estar conmigo y que después de pensarlo mucho se atrevía a decírmelo”. Me quedé postrado sin decir palabra alguna y luego de unos minutos en silencio, le dije que ella era mi mejor amiga, que la apreciaba un montón, pero como amigos y terminé la conversación diciéndole: “Perdóname, pero no te quiero”.

Nunca me percaté que ella estaba enamorada, nunca me di cuenta de que nuestros encuentros servían para que en ella siga floreciendo su amor hacia mí. Ahora después de muchos años recién me doy cuenta de que su forma de mirarme y de hablarme era de una persona enamorada.

Ese día terminó nuestra amistad, sus saludos posteriores fueron simples monólogos, nunca más nos volvimos a hablar y sentí que siempre se escondía al verme. Hasta el día de hoy no sé qué fue de su vida y lo peor de todo es que no puedo recordar su nombre, pero si lo recuerdo tampoco lo diría porque esas sí, SON COSAS MÍAS.

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