POR: JESÚS LIENDO BELTRAMÉ
Es conocido que la minería genera a su alrededor un importante dinamismo económico, al margen de los posibles daños ecológicos que pueden haberse causado y que son el reflejo de la ausencia de una débil política ecológica en nuestro país, que dé a pocos se ha venido remediando, hasta llegar hoy en día al constante monitoreo de las operaciones de las mineras en resguardo del medio ambiente, algo que no existía en las décadas de los sesenta, setenta y ochenta y en lo que se sustentan ahora los antimineros para oponerse a toda inversión vinculada a la explotación minera.
El mundo ha evolucionado, como ha evolucionado también nuestro país. La cuestión ambiental cuenta ahora con un ministerio que específicamente regula, supervisa y controla el cuidado del medio ambiente, paralelamente la responsabilidad social de las empresas mineras también han evolucionado, siendo ahora mayor la participación de las empresas mineras en el desarrollo social de las zonas de influencia de las explotaciones mineras.
Importantes obras de saneamiento, construcción de carreteras, programas de capacitación y formación empresarial, incubadoras de negocios, son ahora conducidas, financiadas y apoyadas por las empresas mineras.
El trabajo de nuestras autoridades es muy importante en estos aspectos; posiciones populistas sin mayor fundamento deben ser erradicadas. Trabajo en conjunto del gobierno local, gobierno regional – empresas mineras debería ser uno de los pilares en que se sustenta el desarrollo de nuestros pueblos.
El desarrollo no puede sustentarse en poliquitería o disfrazando intereses personales de seudo dirigentes bajo una falsa bandera ecológica. Debe dejarse que a los ministerios hacer su trabajo para regular y controlar las explotaciones mineras.
Corresponde a nuestras autoridades planificar y trabajar por el desarrollo inteligente de nuestras regiones, de nuestras ciudades, corresponde al pueblo apoyar a nuestras autoridades en este trabajo.