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Los que hablan por hablar y los que hacen sin pedir nada

Escribe: Wilfredo Mendoza Flores

Era de esperar. El Gobierno, previo acuerdo del Consejo de Ministros y sugerencias de prestigiosos profesionales de la salud, ha decidido ampliar el estado de emergencia hasta el 30 de junio del año en curso a través de un decreto supremo denominado “Ciudadanía hacia una nueva convivencia social” es esencialmente para evitar mayor propagación de contagios causado por el coronavirus.

Indudablemente que la extensión de la cuarentena e inmovilización social obligatoria ha sido rechazada por importantes sectores de la población y también aceptada con cierta resignación por otros segmentos de ciudadanos que tienen estabilidad laboral.

Sin embargo me atrevo afirmar que esta ampliación se debe a que no se ha llegado a alcanzar el pico más alto de contagio del virus, porque esta pandemia se ha incrementado y el tiempo y en el espacio, es decir en todas las regiones del país.

Con secuelas lamentables de pérdida de valiosas vidas humanas, originadas por el incumplimiento de las medidas de prevención, desacato a las prohibiciones; pero sobre todo, la comprobación de la precariedad de los hospitales que sucumbieron ante la demanda de casos positivos, carencia de quipos biométricos sumado a esas debilidades la corrupción enquistada.

El decreto supremo Nº 094-2020-PCM, establece también que se da prioridad a la reactivación económica, casi insostenible en hogares pobres, con mayor énfasis en sistema de salud y educación, flexibilizando con prioridad a la apertura de servicios de manera gradual a pequeños negocios que realizan actividades comerciales que deben cumplir los protocolos o reglas establecidas. A no dudar, la ampliación de la cuarentena y el toque de queda es asegurar el bienestar de la población.

Han transcurrido 70 días de aislamiento e inmovilización social obligatoria y según informes oficiales, el coronavirus sigue avanzando y todavía los científicos no han encontrado la vacuna; por tanto la cuarentena como medida para contener y evitar el contagio no es suficiente, ni lo será mientras haya gente irresponsable en no acatar las normas establecidas en esta emergencia sanitaria, al contrario hay caos, desorden y hasta benevolencia por parte de las autoridades policiales que dejan hacer y dejan pasar produciéndose la falta de respeto e incumplimiento de la ley.

El enclaustramiento en la casa ya está generando una situación desesperante, angustiante y muy preocupante en los hogares donde viven personas de la tercera edad; pues, a pesar de tener hijos, ellos viven en otras ciudades o en otro lugar también guardando la cuarentena; por lo que no pueden apoyar a sus padres y abuelos.

Más  allá de los aciertos o desaciertos del gobierno, refleja una realidad que todavía no hemos sido capaces de asumir: la importancia de la responsabilidad individual del ciudadano en el cuidado de la salud, nuestra propia vida y de la colectividad en general.

Mientras no asumamos las responsabilidades que como miembros de una sociedad nos corresponden, va a ser difícil superar la crisis. Con esto no quiero exonerar de toda responsabilidad al gobierno, que creo debió tomar una decisión más pronta en intervenir directamente los centros de contagio masivo, ni dejar de reconocer que hay situaciones que pueden hacer para el ciudadano que esto sea bastante más difícil que simplemente decirlo. Pero estoy seguro que, si desde un principio ambos, Estado y ciudadanía, hubieran asumido más directamente sus roles, hoy estaríamos mejor que todos nuestros vecinos.

Sin embargo, de aquí en adelante, independientemente de las acciones que continúe tomando el Estado, debe primar en nosotros un sentido de responsabilidad individual y social, en donde todos asumamos control sobre nuestra salud y la del resto.

Hoy todos tenemos la responsabilidad de cuidarnos y de cuidar a los demás, especialmente a los que más necesitan. Esa responsabilidad la de no contagiarnos o contagiar a otros, la tenemos que asumir todos. Yo me cuido a mí para cuidarte a ti debería ser la consigna en todos. Yo dejaría las decisiones a los que hacen, a los que salen todos los días de su casa y no saben si volverán sano y salvo para estar al  lado de su familia.

A los que en su profesión y vocación asumen o toman el peor de los riesgos, el de la vida, allí están, en primera línea o delante de las trincheras, los médicos, enfermeras y todo el personal que labora en salud. Los policías y militares que deben controlar que la gente cumplan los protocolos, pero se nota cierto relajamiento o como no quisieran comprarse el pleito.

A los funcionarios del gobierno nacional, regional y local que se desplazan para cumplir su rol en apoyo de la población que más necesitan intentando compensar en lo que pueden, pese a las vicisitudes ha hecho por el sistema sanitario del país y de la región a lo largo de muchas décadas deben ser reconocidos. Esta es la gente que realmente conoce qué está pasando en las calles, en los hospitales, en las cárceles.

Pero, no son los burócratas de escritorio, ni los que acumulan datos y planifican la vida de los demás desde los tubos de ensayo del laboratorio. Existen los otros que están allí por un favor político por alguien que le recomendó, que ni siquiera contestan o atienden el sonido del celular.

Por ejemplo, cuando hay un incendio, son los bomberos que enfrentan a las llamas, no el público que se aglomera alrededor con sus celulares encendidos para, luego, en las redes poner el video señalando los errores que cometieron y cómo podrían haberse salvado más vidas.

He visto, sin embargo, estos tiempos del coronavirus, a personajes que se pasean en vehículos oficiales y particulares con su familia en las ferias y mercados, seguramente autorizados, llamar a medios radiales, estaciones televisivas o utilizar medios escritos y redes sociales, diciéndole al gobierno lo que tiene que hacer.

Son los que hablan y los que critican. Son los observadores, los que miran desde el balcón, los francotiradores con intereses subalternos, los sabelotodo y los lambiscones. Pregunto ¿Y qué hizo por el país y por la Región en estos tiempos del COVID 19 o emergencias causadas por la naturaleza?

Qué respuesta darán a la pregunta de sus hijos o sus nietos cuando crezcan. ¿Qué les dirán? que estuvieron encerrados en casa viendo por televisión o saliendo a la calle con el riesgo de contagiarse y cuestionando y criticando a los que realmente están en el campo de batalla?

Ya estamos en los peores momentos de esta emergencia y también hemos observado los peores momentos de la conducta humana. Los que aparentan ser lo que no son y hablan por hablar. Los mejores ya sabemos quiénes son: Los que hacen sin pedir nada a cambio.

Evitemos tomar riesgos innecesarios que no solo nos exponen, sino también a nuestros familiares y compañeros de trabajo.

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