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Imagínate un coronavirus

Llegó, se expandió y causó contagios y letalidades. Para colmo el ser humano podría haberla creado y transportado por todas las latitudes. El coronavirus no tiene cura todavía, si nuestras defensas no son suficientes acrecienta la mortalidad. Nuestro mejor ataque al virus es evitar contactarnos cercanamente entre nosotros y aislarnos de la comunidad. Quedarnos en casa y parar las actividades son las alternativas de vida para evitar perderla por la pandemia.

No ha sido ni es fácil tomar esta decisión. Imaginémonos que al estilo de Trump y Bolsonaro hubiéramos priorizado la economía. La gente asistiendo regularmente a su trabajo, concurriendo a los mercados y mandando nuestros hijos a la escuela.

El tránsito hubiera sido libre y las personas concurrirían a los estadios, calles, negocios, cines y lugares públicos, comprado sin límites nuestros alimentos y haciendo sin temor los servicios y nuestras nuevas generaciones hubieran seguido estudiando y jugando.

En este ficticio escenario el coronavirus se hubiera multiplicado y propalado masivamente porque crece exponencialmente cuando las personas entran en contacto cercano. La pandemia tendría terreno fértil para crecer; miles y miles de contagiados y fallecidos los tendríamos en tan poco tiempo. El pánico, el duelo y el miedo se apoderarían de los hombres y mujeres renegando y maldiciendo a sus gobernantes por no hacer nada.

Ahora imaginemos otro mundo contrario al anterior. En este escenario los gobernantes toman decisiones drásticas de cuarentena y estado de sitio. Las normas se cumplen al pie de la letra sin regañadientes ni murmuraciones demostrando casi una disciplina Coreana. Todos utilizan las tarjetas de débito donde reciben sus ingresos y bonos, a su vez pagan sus deudas y solicitan alimentos que les llegan por delivery.

Las ayudas son rápidas y puntuales sin actos de clientelaje ni corrupción. Prima la ayuda al desvalido y vulnerable y las autoridades de menor jerarquía acatan las decisiones de las de sus superiores. Resultado derivado y en aproximadamente 20 días el corona virus es derrotado por no contar con posibilidades de expandirse pues sus gentes utilizan buenas mascarillas, caretas y guantes. Sería lo ideal y si ocurrió en algunos países.

Seguidamente bajemos del mundo imaginario al mundo real. Acertada decisión es acordar el retiro ciudadano a sus casas, informar y capacitar que las aglomeraciones son el foco de multiplicación de la pandemia.

Justo y satisfactorio haber contado con un fondo para socorrer al pobre y al de extrema pobreza, al independiente y micro empresario con créditos son bajos intereses. La orden de inamovilidad es quebrada por los inconscientes, los desesperados por alimentos e ingresos, los que no están en la estadística de vulnerables y no comen. Los bonos se entregan puntualmente y a quien verdaderamente lo necesita y los alcaldes demoran un siglo para entregar canastas. Las empresas exigen normas a su favor y ajustan al extremo a sus trabajadores.

La cuarentena no da los resultados inmediatos y comienzan a aflorar los descontentos en los hospitales, cárceles y provincias.

Cada vez mueren más y van ya más de 40 días. Se prevé que fallecerán más, muchos no podrán ser atendidos en los hospitales y tampoco sepultados inmediatamente.

La famosa curva es cruel porque cada vez que se acerca a su cima incrementa la letalidad, como vemos estamos en el grafico del COVID-19 estamos en esta parte, en el ascenso, nuestro cálculo polinómico vaticina que en las próximas semanas si las condiciones siguen igual comenzaremos a decrecer.

Para esa posibilidad de decrecimiento comencemos nuevamente a imaginar el supuesto que reanudamos nuestra vida diaria como lo fue antes. No cambia nada, los mercados que son lugares de máxima exposición pandémica siguen vendiendo desordenadamente y con vendedores que tienen la mascarilla en el cuello. Los microbuses se hacinan de gente y nos dicen “avancen al fondo hay sitio”, las colas a los bancos son frecuentes. La población sale a trabajar, estudiar, vender, comprar a jugar, pero sale y se apegan a menos de un metro. La lógica formal nos dice que volveremos a reiniciar la curva apocalíptica.

Finalmente imaginemos un escenario post cuarentena más optimista. Primero que hemos aprendido la lección que estamos viviendo una coyuntura de virus que comenzó hace tiempo y que continuara hasta que protejamos bien el medio ambiente.

Imaginemos que cumplimos la reincorporación ordenada, que los mercados, transporte y lugares públicos tienen sus normas anti pandémicas que se respetan, que la fumigación de los espacios es consecutiva y la población transita protegiéndose ante el contagio. Los hospitales se implementan de aireadores, camas y buenos médicos; además se realizan consecutivas evaluaciones de los espacios públicos contaminantes y de contagios.

En lo económico se reactiva la producción con trabajadores protegidos sanitariamente, que el sector publico invierte eficientemente y eficazmente y su práctica es cero corrupción y alta calidad. Que las compras se hacen virtualmente con delivery o mercados móviles, que nuestra cultura ha aprendido que tiene que ser solidaria y la alta riqueza debe ser captada mediante impuestos por el Estado.

En ese mundo imaginario, que nos gustaría que ocurra, habremos ganado la guerra a este enemigo invisible y creado un mundo de mayor bienestar.

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