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Don Nicolás Lem Chenguayen: pionero de los emprendedores mollendinos

“Allí, donde brilla la luna,
son las playas arenosas que
dijeron las frases que te dirigí,
Allí, sentí tanta dulzura
y aunque el sol calentaba
no sabes lo fresco que yo me sentí” – Calixto Ochoa Campo 

Por: Enrique Chávez Jara 

Hay una historia poco conocida de la primera playa de Mollendo, lugar de suave declive y muy pequeña, por entonces no existían las otras playas. Pero hablar de la nuestra, es mencionar a don Nicolás Lem Chenguayen, nacido en Mollendo el domingo 6 de diciembre de 1914, cuando cabalmente empezaba en esta ciudad del mar, la pasión por los baños marinos. “Hay que preparar los bañadores” (ropas de playa, como falda pantalón de sarga colorada, bata y túnica) decían los residentes mollendinos de la época. Es un lugar de arenas plateadas, blancas espumas, roqueríos milenarios y un tumbo asombroso.

Fueron sus padres don Armando Lem Tap Loc, comerciante e inmigrante chino y la dama moqueguana Clelia Inés Chenguayen.

COMERCIO ABARROTERO

Aún joven, don Nicolás incursiona en el negocio del comercio abarrotero, ya sin la presencia física de su guía como lo fue su padre. En Mollendo empezaba la época dorada (1900-1945) debido al boom portuario, el comercio lanero de exportación y la importación de maquinarias para el desarrollo de la región sur y el incremento cada vez de inmigrantes asiáticos de Cantón y Shanghái, así como de Yokohama. Luego serán los palestinos.

LA PRIMERA PLAYA

Don Nicolás junto a sus hermanos, Armando, Estanislao, Honorio y Agripina, fueron testigos aún jóvenes de los acontecimientos que hicieron la historia de Mollendo, de una época en que el mar empieza a alejarse de las playas dando lugar a la primera playa de media luna, y se adecenta para la temporada veraniega. En mayo de 1936 se inaugura la piscina municipal, obra del alcalde Félix Vernal Núñez, realizada por el ingeniero Félix Gilardi, tiempos en que enseñar el ombligo, era uno de los más notables tabúes de la época.

Luego serán las duchas gratuitas en un acceso de vialidad hacia las playas, donde las bellezas mollendinas solo se acercaban hasta la línea del agua, sosteniendo su clásico quitasol y había la prohibición pública de mallas, donde aparecen carperos y sombrilleros. Tiempo después la naturaleza dará lugar a una larga cadena de playas continuas hacia el sur.

Mollendo, por aquel entonces tenía una playa con signos aristocráticos. Ya a finales de la década del treinta empieza la costumbre en las señoritas de “tomar sol” a quienes les decían las “chicas fritas”, comenzaban a transformarse los trajes de baño, sobre todo de las damas llamados Maillot, pero con los brazos libres, claro está que se consideraban escandalosos y hasta inmoral o sino preguntemos al cura de la ciudad. Los varones iban a veranear con un riguroso paletot, eran otros tiempos.

SE CASA CON UNA MOLLENDINA

El 20 de agosto de 1937 con apenas 23 años, contrae matrimonio con la damita mollendina Brígida Arce Bedregal, este ejemplar matrimonio procreó seis hijos: Julio, Félix, Alfonso, Luis Guillermo, Yudy Lili, y Jorge Adalberto Lem Arce, todos nacidos en esta ciudad portuaria.

COMERCIO PLAYERO

Don Nicolás, no solo fue un tendero de reconocida presencia en el sector de las calles Iquitos con Puno, sino incursionó en el comercio playero por entonces en boga. Es en el verano de 1946 cuando ya contaba con 32 años y con la llegada cada vez mas de vaporinos de ultramar, aviadores, burócratas y distinguidos empresarios, así como de chicas pin-up, logra instalar un puesto para la venta de alimentos a base de hidrobiológicos. Dicho lugar estaba ubicado en la primera playa, conocidos como los kioscos, cerca al gran muro de concreto del ferrocarril, siempre con la presencia  y participación de su adorada esposa doña Brígida, quien era una experta en la culinaria pesquera. Era difícil no dejarse tentar por sus platos y satisfacer los antojos costeros de los viandantes playeros. Cabe mencionar como colaboradores de don Nicolás para el armado del mencionado kiosco a don José Zevallos y su esposa Rosa Adriazola y don Ignacio Velando.

CARPAS TIPO ÁRABE

Poco a poco las playas se fueron poblando de kioscos, como los de la familia Rubianes. Esta vez don Nicolás incursiona en el campo de instalación de carpas de tipo árabe con visera generalmente de lona blanca con listados de color verde, azul, rojo y con armazón articulada de madera, sombrillas con banquitos, banquetas y perezosas, así como el servicio de guardarropa, sombrillas con toldos circulares que le dan un aspecto de carpas redondas, que servirá para cambiarse de ropas, la  demanda cada vez notable hace que este pionero de lo que es ser un verdadero emprendedor, sea reconocido por toda la población de Mollendo como de nuestros vecinos arequipeños, de aquellas familias del mundillo empresarial.

Los fines de semana veraniegos eran de mucha demanda y con la llegada de los trenes de turismo se acentuaban las solicitudes del servicio de carpas y era agotador. Al poco tiempo decide tomar los “servicios” de apoyo a sus hijos para poder llevar adelante la empresa playera, y también con el joven espigado y rubicundo Reynaldo Rivera Fierro que llegaba procedente de Arequipa todos los veranos. Pronto se verá la presencia de otros carperos como el señor Flores un hombre de bajo porte, don Pedro Onque y don Antonio Pampa, prácticamente la primera playa se llenó de carpas formando calles, tal vez una de las habilidades de este bienhechor hombre, radica en ser el propio confeccionista de sus carpas y sus mueblajes. Para don Nicolás no había imposibles.

PERSONAJE MULTIFACÉTICO

Para quienes recordamos la vida de don Nicolás, hombre de pequeña estatura pero de figura atlética, era un personaje multifacético, como hoy diríamos “un todo terreno”. Fue un futbolista que desempeñaba en todos lados, sobresaliendo en los  laterales. Jugó por el América Sport Club, luego pasó al Nacional FBC. Se retira del futbol pero logra ser árbitro. Llegó a ser hasta salvavidas,  cuando no existía la policía de salvataje. Ajedrecista desde muy joven. Otra de sus pasiones era la de fomentar el deporte playero, sobre todo del voleibol cerca de su “oficina”, una carpa grande con dos viseras, de lona con listados verdes que nunca se desarmaban, salvo la braveza del mar.

VELADAS MUSICALES

Estaba cerca a las duchas públicas y a la famosa edificación conocida como “La Cabaña”, un conjunto de dos pisos semicirculares de donde existían camerinos individuales para los ocasionales veraneantes y un reconocido restaurante. Allí las veladas musicales sobre todos los fines de semana causaban admiración por los espectáculos musicales de reconocidas orquestas venidas sobre todo de Arequipa. Quién no recuerda a los Yalán, Cantelly, Centy, Los Hermanos Linares y los Ballón Vargas. Desde su bunker playero, don Nicolás podía apreciar estos eventos, que increíblemente el edificio fue demolido por nefastos burócratas municipales, cerrando una vez más un lugar exclusivo para la farra porteña.

LOS AÑOS OCHENTA

Allá, por el año de 1982 tuve la ocasión de encontrarme con don Nicolás caminando por la calle Iquitos, muy cerca a su casa, aún estaba en la actividad playera. Lo saludé y conversamos sobre en lo que estaba trabajando. Tenía en sus manos un trabajo de artesanía que tejía a mano, era una correa para la cintura de piola blanca a manera de macramé y con su hebilla casi terminado,  manifestando que tenía problemas de salud, pero lo notaba bastante fuerte y animoso.

PROBLEMAS DE SALUD

Al poco tiempo después me enteré que se fue a radicar a Ica, para estar junto a su hijo Félix, médico de profesión, quien le diagnosticó una dolencia incurable. Penosamente el día miércoles 10 de octubre de 1984 fallece en Ica a los 69 años de edad cuando le faltaba un mes y 26 días para cumplir los 70 años de una vida ejemplar, tanto en la familia, el trabajo y la sociedad mollendina a la que representó. Sus restos al igual que su esposa Brígida se encuentran descansando en el cementerio de Ica.

Nicolás Lem Chenguayen. Mollendo, 1914 – Ica, 1984.

SU LEGADO

La herencia de don Nicolás es muy grande y está en sus hijos que lograron culminar sus estudios, primero en Mollendo y luego en Lima logrando hacer sus propios caminos, siendo eminentes profesionales.

OTROS TIEMPOS

Hoy veo en la primera playa un tanto deforme, ya no están aquellas carpas donde la oferta de sombra y su gastronomía eran cosa de todos los días, jóvenes con bermudas de competencia, chicas asediadas por galantes y acomedidos veraneantes, las fiestas carnestolendas y el “Aquí está Tadeo”, disfrutamos del mar y sus beneficios estimulantes, en este populoso lugar observo a don Nicolás saboreando unos sabrosos picarones con un maravilloso atardecer de fondo.

Se fue La Cabaña y con ello la tradición festiva de verano, ya no hay carperos honrados, pero quedará el alma del hombre que hizo de su vida un cúmulo de sacrificios, trabajó creativamente y encontró la felicidad para su familia y el pueblo, porque su fuerza radicó en la tenacidad, la honradez y es un claro ejemplo para las generaciones emprendedoras venideras.

EN DEUDA CON ESTE EMPRENDEDOR

Mollendo tiene una vieja deuda con este magnánimo personaje como es don Nicolás Lem Chenguayen. Desde ya, está en la galería de hombres de oro de la identidad mollendina y es hora  que esté siempre vigente cuando la primera playa, su playa, lleve su nombre iniciando así el corredor playero turístico del sur.

Verano del 66, en primer plano derecho el “Bunker” del emprendedor, don Nicolás Lem.

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